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La otra cara de la Dipirona

De uso masivo en Chile y el tercer mundo, medicamento fue prohibido en EE.UU. y en Europa hace 25 años por estar asociado a seria enfermedad.Aunque en el país no hay estudios de fármaco vigilancia, expertos aseguran que mezcla racial española-araucana nos hace más resistentes.

dipirona

El metamizol sódico -más conocido bajo el nombre comercial de dipirona- es el medicamento de uso masivo más utilizado en Chile y en general en todos los países del tercer mundo. La razón es simple y concreta: es lejos el más barato, a lo que se suma que tiene tres acciones en una -analgésico, antinflamatorio y antipirético- y se vende sin receta médica. Tanto así, que uno puede comprar una tirita en el negocio de la esquina o hasta en la micro, al punto de olvidar que se trata de un remedio y no de una pastilla de menta.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. En 1977 la FDA retiró los productos con metamizol sódico del mercado norteamericano y prohibió su exportación el 27 de junio de ese año. La decisión fue tomada después de recibir informes sobre varios casos de granulocitosis -pérdida severa de góbulos blancos debido a daño en la médula ósea- provocada por su uso, en ocasiones con resultado fatal.

Y es que la FDA consideró que la granulocitosis no puede ser prevenida eficazmente, ya que el daño puede producirse a las pocas horas de la administración del medicamento, concluyendo que los riesgos eran mayores que los beneficios.

Al poco tiempo se sumaron los países europeos totalizando hasta ahora unas 21 naciones que tienen prohibido su uso, en su mayor parte anglosajones. Dinamarca lo hizo en 1979; Alemania en 1987; Italia en 1979. Está restringida o prohibida en Israel, Bélgica, Malasia, Bahrein, Grecia, Irlanda y Suecia.

En México no se ha aprobado su uso pediátrico, en Venezuela está prohibida su utilización y venta y en Perú el etiquetado advierte tanto del peligro de la granulocitosis y que debe usarse con prescripción médica.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) alrededor de los años 70, diez años después de su irrupción en el mercado, este medicamento fue asociado al igual que otras pirozolonas con serias y en ocasiones fatales reacciones lo que provocó que se le retirara del mercado.

Y si bien el informe de la OMS reconoce que la incidencia ha sido debatida, "el resultado de un amplio estudio internacional publicado en 1986, confirmó la existencia de una relación causal con la granulocitosis, aunque no así con la anemia aplásica".

En Alemania el doctor Peter Schnhfer, quien vino a Chile hace unos meses a dictar una charla sobre el tema, confirmó que en su país uno de cada 20 mil pacientes que consumía el fármaco sufrieron granulocitosis.

La Neutropenia

Carlos Merino, Especialista del Departamento de Hematología del Hospital Gustavo Fricke, explica que la dipirona es un analgésico que por su bajo costo es el más usado en todos los países subdesarrollados. "Lamentablemente desde el punto de vista hematológico es capaz de producir una enfermedad que se llama neutropenia, que es la disminución de un tipo de glóbulos blancos que se llaman neutrófilos cuya función es defendernos de las infecciones virales".

La disminución de neutrófilos puede llegar a tal grado de severidad hasta producir lo que se llama granulocitosis, que es cuando el recuento de neutrófilos es menor de 500 por milímetro cúbico de sangre (lo normal es que sea sobre 1.500 por milímetro cuadrado) y cuyo principal peligro es que aumenta la suceptibilidad a contraer infecciones que pueden comprometer la vida. "Dentro de los medicamentos que son capaces de provocar con más facilidad neutropenia está la dipirona, que en los países desarrollados está tipificada dentro de las drogas peligrosas", explica.

Ahora existen dos mecanismos que produce la depresión de la serie blanca. "La primera es por toxicidad directa sobre los precursores de los neutrófilos en la médula ósea -que es la forma en que afecta el antibiótico cloranfenicol- y la segunda es por inducción de anticuerpos contra los neutrófilos que es la manera en que afecta la dipirona. Este producto se une a la membrana de los neutrófilos, unión que alteraría alguna proteína e induciría la formación de anticuerpos contra este glóbulo blanco", recalca.

Merino insiste en que a pesar de que en el país este medicamento es de uso masivo, se ven pocos casos y por eso es muy probable que exista alguna suceptibilidad de tipo racial o genético que no ha sido determinada. "Lo que sí está demostrado es que es un medicamento tóxico para la médula ósea y que puede producir neutropenia. Y ante la duda es mejor abstenerse", advierte.

De hecho, agrega, hay un tipo de pacientes a los cuales no debiera administrárseles porque la sustancia alcanza niveles más altos en la sangre como en aquellos que tienen daño hepático crónico y pacientes de edad donde la eliminación de la droga es más retardada.

"Por la especialidad uno está sensibilizado y como analgésico uno privilegia otras alternativas, pero insisto, los casos de granulocitosis en Chile son raros y al parecer hay una suceptibilidad muy grande entre los anglosajones y nosotros. Ahora yo prefiero buscar otras alternativas, especialmente en pacientes que tienen alguna enfermedad de la médula donde si algún medicamento puede aumentar el problema, es mejor buscar otro", concluye.

Orígenes Químicos

Desde el punto de vista de la estructura química el metadizol sódico es un fármaco que corresponde al grupo de los pirazolónicos entre los cuales está la dipirona, la fenilbutazona, la oxifenbutazona y otros analgésicos antiinflamatorios, explica el doctor Roberto García Ortiz, nefrólogo, internista y farmacólogo clínico, quien imparte la cátedra de farmacología clínica en la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso.

Dentro de su clasificación farmacológica la dipirona, creada en la década del 60, es un analgésico aintiinflamatorio no esteroidal, es decir, forma parte de aquellas drogas que son capaces de controlar la inflamación, el dolor y la temperatura, acciones que comparte con una serie de otros grupos farmacológicos como los oxicam, los salicilatos, los derivados del ácido antranílico, etc.

Los antinflamatorios son las drogas más prescritas en el mundo. Se recetan toneladas y toneladas y son además drogas muy usadas por ciertos grupos etáreos como, por ejemplo, los mayores de 60 años. Es más, se calcula que un tercio de la población mundial mayor de 60 años en algún momento usa un antiinflamatorio.

"Dentro de este grupo está la dipirona, que efectivamente está cuestionada en algunos países, especialmente en los anglosajones por el hecho de que es capaz de producir un tipo de reacción adversa que se llama aplasia medular, un daño irreversible a la médula de los huesos y el paciente muere a menos que se haga un transplante de médula".

García explica que este efecto que producen los pirazolónicos, no sólo la dipirona, depende no de la dosis, sino que de lo que llama hipersensibilidad. "Este medicamento es capaz de producir esta reacción en cierto tipo de población, la anglosajona, y por eso está prohibido en países donde se ha visto que el riesgo de que lo pirozolónicos puedan producir daño a la médula es alto y grave".

El farmacólogo recalca que la reacción adversa de un medicamento es grave cuando es muy frecuente y un porcentaje alto de la población hace la reacción adversa, o cuando es aislado, poco frecuente, pero muy grave y la gente se muere.

"Según las estadísticas en los países anglosajones una por cada 100 ó 200 mil personas puede tener una reacción adversa. En Chile no hay estadísticas, pero existe la percepción de que no existe la misma incidencia ya que de lo contrario habría mucha aplasia medular pues ¿Quién no ha tomado una dipirona alguna vez en su vida? No hemos visto grandes problemas porque al parecer la mezcla de español con araucano aparentemente es más resistente desde el punto de vista de los efectos farmacológicos de los pirozolónicos. O sea por constitución estas cosas que les pasan a los anglosajones no nos ocurren a nosotros", expresa.

García explica que hay otras reacciones derivadas de los pirozolones relacionadas con la médula, pero que no son del tipo hipersensibilidad idiosincrática. "Es probable que cualquier persona que tome metamizol sódico tendrá una baja en la cantidad de glóbulos blancos pues se produce una pequeña depresión de la médula, pero se suspende la droga y se recuperan los niveles normales. Es decir, el efecto tóxico, dosisdependiente, es muy frecuente, pero no es grave. El otro efecto de hipersensibilidad idiosincrático es raro, especialmente en nuestro país, pero grave. En los países anglosajones es menos raro, y por eso que es muy grave. Son efectos o reacciones farmacológicas producidas por distintos mecanismos".

Automedicación: "La solución es la receta médica"

El farmacólogo Roberto García reconoce que el principal problema con el uso y abuso de la dipirona, así como de otros medicamentos, es que en Chile efectivamente se abusa de todos aquellos que se pueden comprar sin receta médica. Afirma que una de cada diez camas de hospital es usada para atender pacientes complicados por uso de medicamentos.

"La gente no puede automedicarse. Si se va a usar un analgésico sin receta médica debiera restringirse algunos que son potencialmente letales, como podría ser la dipirona. Y en Chile no se ha hecho porque la incidencia es muy baja; no vemos aplasias medulares o discracias serias, aunque sí vemos depresiones transitorias", sentencia.

Para este profesional la prescripción de un medicamento tiene que ser hecha por un médico que puede evaluar los riesgos versus los beneficios. "Yo les digo a mis alumnos que todo remedio es a la vez medicamento y veneno. ¿De qué va a depender su uso? De cuán medicamento y de cuán veneno es. Por eso encuentro extremadamente grave la publicidad que se le hace a los medicamentos, que induce a la automedicación. Si tiene tos, tome A; si tiene dolor de estómago, tome B, y si está resfriado, tome C noche y día. Eso es grave porque se le está entregando a la población una información que no es completa. Todos los medicamentos producen un riesgo y la población no puede usarlos indiscriminadamente", recalca.

Nueva Cultura

Este problema tiene su origen en que la gente tiene el concepto de que la aspirina o la dipirona no son medicamentos. "Los remedios son armas de doble filo y por eso tiene que prescribirlos un médico, el único capaz de decidir, dentro de la amplia gama de antiinflamatorios que hay, cuál es el que necesita esa persona. Ahora hay otro grupo de medicamentos de más libre venta, pero eso no significa que estén exentos de riesgo. Tiene que haber una cultura de que lo que se está tomando no es inocuo".

Y es que la automedicación tiene un costo. "Si una persona toma un analgésico, cualquiera, puede hacer una hemorragia digestiva. Después llega a la posta, le hacen una endoscopía, le ponen sangre, le indican medicamentos para tratar la úlcera...La automedicación tiene un costo para la persona que se enfermó y para el sistema. Y el costo de reacciones adversas a los medicamentos no es un tema menor: se ha calculado que en EE.UU. el costo que tiene tratar las reacciones adversas a los medicamentos corresponde a un quinto de su presupuesto anual de salud. Entonces, si pudiéramos controlar las reacciones adversas podríamos ahorrar dinero. Si evito que la gente se automedique, evito que se complique y no gasto dinero que se puede ocupar en otros fines".

Y los costos han sido medidos. De acuerdo a estudios de fármaco vigilancia que han realizado países desarrollados se ha comprobado que una de cada diez camas de hospital está dedicada a atender una complicación por medicamentos. "La automedicación tiene implicancias sociales y económicas. ¿Cómo evitar este gasto? No automedicándose, siguiendo las instrucciones, tomando las dosis justas y durante el tiempo recetado", reseña.

García sostiene que el problema tiene su génesis en una persona que se toma el medicamento porque lo tiene a disposición, porque nadie lo controla, porque lo compró en la micro y lo tomó porque la televisión le dijo que era bueno. "Eso no está bien. Tiene que haber un control y este se llama receta médica. Tendrá que haber un número más pequeño de medicamentos que puede ser comprado sin receta, pero un grupo limitado, rotulados con los riesgos y sobre el cual tiene que existir una cultura de la población de cómo usarlos"

Autor: Paola Passig - El Mercurio de Valparaíso

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