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América Latina: La desinformación en tiempos del zika

La epidemia de fiebre zika en América Latina ganó finalmente atención internacional.

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Presente en casi todos los países de la región, el virus se volvió noticia en los principales medios del mundo y llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a decretar estado de emergencia global, algo que había hecho solo en tres ocasiones: en 2009 con la influenza A(H1N1), en 2014 con un nuevo brote de poliomielitis, y con la enfermedad por el virus del Ébola.

A diferencia de esas ocasiones –y después de fallas en el manejo de la enfermedad por el virus del Ébola–, ahora la OMS está actuando con más prudencia, ante la alta probabilidad de una relación causal entre el contagio con el virus Zika en embarazadas y el nacimiento de bebés con microcefalia, luego que las estadísticas de esta malformación se dispararan en Brasil en 2015, acompañando el brote de la enfermedad.

El crecimiento vertiginoso de casos de microcefalia –que puede llevar al retardo mental y a problemas en el aparato motor, entre otros– nos coloca delante de una situación realmente grave de salud pública. Si ese aumento estuviera relacionado con el Zika, un virus que transmite un mosquito endémico en varios países –y tal vez por otros medios–, pronto podemos tener que enfrentar un brote mundial de la enfermedad, con consecuencias para las generaciones futuras.

La falta de evidencias científicas para comprobar de forma concluyente esa relación causal y aclarar otros aspectos del virus Zika –formas de transmisión, complicaciones neurológicas y motoras asociadas y efectos a largo plazo– ya tienen consecuencias. Sumado al surgimiento de hechos y datos nuevos sobre a la enfermedad a cada instante, se abre un espacio para una inundación de información incompleta, mitos y teorías descabelladas, que se esparcen más rápido que el propio virus, con las redes sociales como principal vector.

En medio de esa inundación, que forma una corriente de desinformación y contribuye a generar miedo en la población, en especial entre las embarazadas, los organismos de salud, la prensa, las instituciones de investigación y científicos se esfuerzan por divulgar información calificada y actualizada sobre la enfermedad y orientar a las personas.

Pero, ¿cómo garantizar que los ciudadanos escuchen –y consideren– esas voces, en vez de aquellas que propagan mitos y teorías descabelladas? En un contexto de democratización y horizontalidad en la producción de información, es cada vez más difícil separar la paja del trigo. En el caso de la fiebre zika, ¿qué hacer para que la mayor cantidad posible de personas pueda discernir entre lo que es verdad y lo que es mentira, e incluso, entender cómo actuar ante el hecho de que, para muchas preguntas, aún no hay respuestas?

Administrando dudas

El desarrollo científico acelerado en las últimas décadas y su imagen de dueña de la verdad y capaz de solucionar todo hace cada vez más difícil de aceptar un “no se” como respuesta. La incertidumbre declarada por la ciencia, a pesar de ser parte intrínseca del trabajo científico, tiende a ser interpretada con intolerancia o incluso con sospecha, generando una crisis de confianza. Se piensa: “No es posible que los científicos no sepan”. La historia, mientras tanto, está llena de contraejemplos. En el caso del virus Zika, el problema es que se sabe muy poco. O peor, no se sabe con seguridad lo que es preciso saber.

En tanto, a diferencia de otros problemas de salud pública, en Brasil y en América Latina hay deseos y esfuerzos reales para combatir el virus Zika. El Ministerio de Salud brasileño dio prioridad máxima a esta epidemia, las agencias de fomento ya abrieron llamados para financiar investigaciones, y los científicos forman redes, nacionales e internacionales, para estudiar aspectos del virus y sus efectos en el ser humano.

Aun así, las respuestas concluyentes tardarán, particularmente en lo que respecta a las vacunas y tratamientos contra la enfermedad. Hasta entonces, en términos de política pública, necesitaremos estrategias nuevas y más eficaces para controlar a Aedes aegypti, que viene ganando la batalla librada durante años por el gobierno brasileño, basada principalmente en la eliminación de los criaderos de mosquitos y el uso de insecticidas (a los que ha mostrado resistencia).

Una de las respuestas inmediatas del gobierno a esa demanda fue la asignación de miles de hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas para “visitar” millones de hogares brasileños con la tarea de orientar las acciones para eliminar los focos de proliferación de mosquitos. Pero esta estrategia fue criticada por la poca probabilidad de llevar a cabo a tarea de forma eficiente en un país de las dimensiones de Brasil.

El uso de mosquitos modificados, aún en experimentación en el país, también es considerado como una alternativa promisoria para eliminar el vector, pero aún necesita pasar por una serie de validaciones antes de ser usado ampliamente.

Concienciación y participación

En este contexto, contar con información de calidad y actualizada –en la medida de lo posible y considerando las incertidumbres y lo dinámico del caso– es una de las armas más poderosas en la prevención y control de la fiebre zika. Pero eso en la medida en que esa información sea capaz de traducirse en acciones concretas. Al final, quedar embarazada, usar repelente, evitar viajar a lugares endémicos, buscar asistencia médica, eliminar focos domésticos de proliferación de mosquito son medidas que pasan por decisiones individuales y, en cierta medida, voluntarias.

Sin embargo, tal vez no solo basta con hacer que la información sea accesible, pues puede perderse en el mar de desinformación. Los organismos de salud, la prensa, instituciones de investigación y científicos también precisan trabajar para lograr la participación de la población, la concienciación sobre la importancia y el poder de la movilización pública para enfrentar un problema como este. Y no solo en lo que respecta a terminar con el mosquito, sino también unificar informaciones calificadas y filtrar rumores, asumiendo una función de curaduría informativa.

Existen varios estudios y ejemplos de que, cuando están debidamente motivadas, movilizadas y equipadas, las personas muestran una gran capacidad para buscar y compartir información idónea y actuar en consecuencia. Ese es el gran desafío para periodistas y divulgadores de ciencia y de la salud.

Fuente: REC

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