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Hígado Graso No Alcohólico o Esteatosis Hepática

Esteatosis hepática: inflamación + grasa= hígado en peligro

higado graso

El hígado graso no alcohólico o esteatosis hepática se asocia a los trastornos metabólicos. La inflamación del hígado, unida a los depósitos de grasa en este órgano, ocasiona una enfermedad silenciosa que da síntomas sólo en las etapas avanzadas.

Según explica a Infosalus el doctor Manuel Romero, experto de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) y jefe de servicio de Aparato Digestivo del Hospital Nuestra Señora de Valme (Sevilla), en el hígado se producen y almacenan productos intermedios (lípidos, azúcares y proteínas) básicos para la mayoría de funciones vitales y es un órgano que participa también en la desintoxicación del organismo.

Los trastornos metabólicos condicionan la enfermedad hepática. Pacientes diabéticos (7% población), obesos (15%-20% población) y con alteraciones en el metabolismo lipídico tienen más riesgo de sufrir enfermedad hepática aunque también existe un pequeño grupo de pacientes que no tienen estos factores y que tampoco toman alcohol y que sin embargo pueden llegar a desarrollar la enfermedad.

Según explica el doctor Romero, cuando a un exceso de grasa existente en el hígado se
une la inflamación de este órgano se produce la enfermedad, lo que se denomina esteatosis hepática o hígado graso no alcohólico. "La sola existencia de grasa no supone que exista enfermedad, tiene que existir también inflamación", aclara el facultativo.

La prevalencia del hígado graso en la población está entorno al 20%-30%, lo que supone que 1 de cada 5 españoles lo padece. El hígado graso es muy frecuente ya que se diagnostica de forma rápida y sencilla con una prueba diagnóstica de ecografía en la que el hígado aparece brillante. Sin embargo, sólo en el 10% de estas personas el hígado graso presenta además inflamación y por tanto enfermedad.

Tomar Conciencia

Romero llama la atención ante el hecho de que al ser un porcentaje reducido el de personas con hígado graso que presentan inflamación, la dolencia se considera poco habitual cuando en realidad la enfermedad se da en un 2% de la población general. La detección de la inflamación es complicada ya que requiere una biopsia hepática que
supone una intervención invasiva para el paciente.

"Este 2% de la población que padece esteatosis hepática está en riesgo de desarrollar cáncer, cirrosis y necesitar un trasplante de hígado", alerta Romero, que apunta que en las listas estadounidenses que recogen las principales causas por las que se requiere un trasplante de hígado, el hígado graso con inflamación ya se encuentra como causa principal.

"Hay que crear concienciación sin generar alarmismo ya que la mayoría de pacientes no padece la enfermedad pero hay que detectar los casos en los que existe el trastorno. Para ello población, médicos, políticos y medios deben ser conscientes de que es una enfermedad hepática que está desplazando a la hepatitis C, pues ésta se está consiguiendo controlar", apunta Romero, catedrático de Medicina de la Universidad de Sevilla.

El desarrollo de esteatosis hepática se ha asociado además a tres aspectos clave:
  • El componente genético: se ha asociado una mutación en el gen de la adiponutrina a
    la predisposición a padecer el trastorno.
  • El microbioma: existen más bacterias en el intestino que células en el organismo, de
    ahí su importancia en el funcionamiento del sistema digestivo y del organismo en su
    conjunto. Se ha descubierto que uno de los tres tipos de composición de la flora
    intestinal, los denominados enterotipos, aumenta el riesgo de padecer la enfermedad.
  • Obesidad infantil: la obesidad medida a los 7, 9 u 11 años se asocia a un aumento del riesgo de esteatosis hepática. "El papel de los colegios en la dieta y el ejercicio físico se ha convertido en esencial para la prevención de la obesidad infantil", apunta Romero.

Detectar a tiempo la enfermedad

Romero apunta que las enfermedades hepáticas suelen ser silenciosas en su evolución
hasta que se hacen patentes a través de trastornos graves como la cirrosis hepática,
hemorragias o cáncer.

Sin embargo, el especialista señala que son tres los aspectos que han de tenerse en
cuenta como sospechosos para detectar el hígado graso con inflamación:

  • Prueba ecográfica: el hígado se observa brillante en la ecografía.
  • Transaminasas: una elevación en las transaminasas (los 'chivatos' de la inflamación)
    en la analítica sanguínea indica inflamación en el higado.
  • Trastorno metabólico: si el paciente presenta algún trastorno metabólico como diabetes, hipertensión, alteraciones en los lípidos, obesidad o síndrome metabólico (circunferencia de cintura superior al perímetro normal, hipertensión, colesterol bueno bajo, triglicéridos o azúcar elevados).

Según señala Romero, si se presentan al menos dos de estos aspectos en combinación existe un riesgo elevado de que la enfermedad esté en marcha. En los casos en los que se detecta, el tratamiento principal se basa en cambios en la dieta y realizar ejercicio físico. En este último caso, el especialista apunta que solo cuando se logre institucionalizar la
prescripción y monitorización de ejercicio físico en los pacientes se conseguirán resultados reales en la lucha contra la enfermedad.

"El abordaje terapéutico es reducido a pesar de que se está investigado mucho. Se utiliza la vitamina E en pacientes no diabéticos y fármacos dirigidos a la resistencia a la insulina", explica Romero.

Fuente: InfoSalus

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